Día de los Derechos Cívicos de la Mujer
7 de Setiembre
Este miércoles 7 de septiembre,
Día de los Derechos Cívicos de la Mujer, se cumplen
50 años del derecho que tienen las mujeres peruanas a elegir
y ser elegidas. Este logro obtenido en 1955 luego de grandes debates
y discusiones de la clase política de la época tuvo
como fuerza principal la lucha indesmayable de mujeres como Clorinda
Matto de Turner, quien propugnó el derecho a la educación
para las de su género; María Jesús Alvarado,
quien fundó la primera asociación feminista del Perú,
y Zoila Aurora Cáceres quien proclamó el derecho de
la mujer al voto político y a la igualdad jurídica.
La Reforma Constitucional que permitió el voto femenino estableció
que sólo podrían ejercer este derecho las mujeres que supieran leer y escribir, tuvieran más de 21 años o fueran mayores de 18, siempre y cuando estuvieran casadas. En este marco, en las elecciones de 1956, las mujeres participaron por primera vez del proceso electoral como electoras, miembros de mesa y candidatas, resultando elegidas nueve representantes. Ellas fueron las diputadas Lola Blanco de la Rosa Sánchez, Alicia Blanco de Montesinos, María Eleonora Silva Silva, María Colina de Gotuzzo, Manuela Billinghurst, Matilde Pérez Palacio Carranza, Juana Ubilluz de Palacios, Carlota Ramos de Santolalla y la senadora Irene Silva de Santolalla.
Una de las primeras batallas que protagonizaron las mujeres para lograr esta apertura hacia la igualdad cívica se dio en el terreno de la educación. Si bien es cierto la educación primaria se hizo obligatoria en 1866 para hombres y mujeres, la educación secundaria se dirigió excluyentemente a los varones; y la lucha mayor fue por el derecho a la educación superior. Las mujeres no se dieron por vencidas y además de seguir propugnando la igualdad educativa se convirtieron en soporte fundamental de las Jornadas de Mayo de 1912 y de la lucha por la jornada de las ocho horas.
Todos estos cambios de actitud originaron diferentes reacciones en la élite política masculina. Nadie podría imaginar que José Carlos Mariátegui, uno de nuestros más reconocidos pensadores, se mostrara -en un primer momento- encarnizadamente en contra de otorgarle a la mujer el derecho al voto. En 1915, en relación con un congreso femenino sobre la paz que se desarrollaba en La Haya, escribió:
"Este feminismo dogmático y petulante que tiene su más antipática pretensión en el derecho al voto... Yo no concibo a la mujer abandonando el ritmo encantado de su vida quieta y tornándose vocinglera, correcalles y exaltada como uno de nuestros capituleros criollos... A todas las sufragistas me las imagino nurses histéricas, a cuyos oídos ninguna voz caritativa deshojó jamás la flor de un requiebro".
Algunos años más tarde, luego de su exilio en Europa, Mariátegui cambió radicalmente su forma de pensar. En su artículo "La Mujer y la Política" publicado en Variedades en Lima, el 15 de marzo de 1924 señaló:
"Uno de los acontecimientos sustantivos del siglo veinte es la adquisición por la mujer de los derechos políticos del hombre. Gradualmente hemos llegado a la igualdad política y jurídica de ambos sexos. En Italia, los socialistas han propugnado siempre el sufragio femenino. Muchas organizadoras y agitadoras socialistas proceden de las filas del sufragismo... Los literatos enemigos del feminismo temen que la belleza y la gracia de la mujer se resientan a consecuencia de las conquistas feministas. Creen que la política, la universidad, los tribunales de justicia, volverán a las mujeres unos seres poco amables y hasta antipáticos. Pero esta creencia es infundada".
Todas estas corrientes de pensamiento junto a las luchas que emprendieron las mujeres desde distintos frentes dieron como resultado que en 1924 se apruebe la ley que permitió que las mujeres mayores de 30 años pudiesen formar parte de las Sociedades de Beneficencia Pública. Este logro en el tema de la obtención de la igualdad civil dio otro paso importante en el Congreso Constituyente de 1931. A pesar de la oposición de ciertos grupos como el Partido Descentralista del Perú quien se declaró en contra del sufragio femenino o del Partido Aprista que se pronunció a favor de este derecho pero de manera restringida, se aprobó la opción del Partido Unión Revolucionaria. Esta propuesta señalaba que tenían derecho al voto para las elecciones municipales las mujeres peruanas mayores de veinte años, "las casadas o que lo hayan estado y las madres de familia, aun antes de esta edad, cuando sepan leer y escribir".
El debate abrió la puerta para que finalmente, en 1955, el Ejecutivo enviara un proyecto de ley a la Cámara de Diputados y luego de dos amplios debates aprobara en septiembre de ese año la redacción de la Reforma Constitucional que le reconocía el derecho al voto a las mujeres. Sirva este aniversario para recordar a todas aquellas que lucharon por conseguirlo. Que no dejaron atrás sus ideales sino que los convirtieron en una realidad.
La Reforma Constitucional que permitió el voto femenino estableció
que sólo podrían ejercer este derecho las mujeres que supieran leer y escribir, tuvieran más de 21 años o fueran mayores de 18, siempre y cuando estuvieran casadas. En este marco, en las elecciones de 1956, las mujeres participaron por primera vez del proceso electoral como electoras, miembros de mesa y candidatas, resultando elegidas nueve representantes. Ellas fueron las diputadas Lola Blanco de la Rosa Sánchez, Alicia Blanco de Montesinos, María Eleonora Silva Silva, María Colina de Gotuzzo, Manuela Billinghurst, Matilde Pérez Palacio Carranza, Juana Ubilluz de Palacios, Carlota Ramos de Santolalla y la senadora Irene Silva de Santolalla.
Una de las primeras batallas que protagonizaron las mujeres para lograr esta apertura hacia la igualdad cívica se dio en el terreno de la educación. Si bien es cierto la educación primaria se hizo obligatoria en 1866 para hombres y mujeres, la educación secundaria se dirigió excluyentemente a los varones; y la lucha mayor fue por el derecho a la educación superior. Las mujeres no se dieron por vencidas y además de seguir propugnando la igualdad educativa se convirtieron en soporte fundamental de las Jornadas de Mayo de 1912 y de la lucha por la jornada de las ocho horas.
Todos estos cambios de actitud originaron diferentes reacciones en la élite política masculina. Nadie podría imaginar que José Carlos Mariátegui, uno de nuestros más reconocidos pensadores, se mostrara -en un primer momento- encarnizadamente en contra de otorgarle a la mujer el derecho al voto. En 1915, en relación con un congreso femenino sobre la paz que se desarrollaba en La Haya, escribió:
"Este feminismo dogmático y petulante que tiene su más antipática pretensión en el derecho al voto... Yo no concibo a la mujer abandonando el ritmo encantado de su vida quieta y tornándose vocinglera, correcalles y exaltada como uno de nuestros capituleros criollos... A todas las sufragistas me las imagino nurses histéricas, a cuyos oídos ninguna voz caritativa deshojó jamás la flor de un requiebro".
Algunos años más tarde, luego de su exilio en Europa, Mariátegui cambió radicalmente su forma de pensar. En su artículo "La Mujer y la Política" publicado en Variedades en Lima, el 15 de marzo de 1924 señaló:
"Uno de los acontecimientos sustantivos del siglo veinte es la adquisición por la mujer de los derechos políticos del hombre. Gradualmente hemos llegado a la igualdad política y jurídica de ambos sexos. En Italia, los socialistas han propugnado siempre el sufragio femenino. Muchas organizadoras y agitadoras socialistas proceden de las filas del sufragismo... Los literatos enemigos del feminismo temen que la belleza y la gracia de la mujer se resientan a consecuencia de las conquistas feministas. Creen que la política, la universidad, los tribunales de justicia, volverán a las mujeres unos seres poco amables y hasta antipáticos. Pero esta creencia es infundada".
Todas estas corrientes de pensamiento junto a las luchas que emprendieron las mujeres desde distintos frentes dieron como resultado que en 1924 se apruebe la ley que permitió que las mujeres mayores de 30 años pudiesen formar parte de las Sociedades de Beneficencia Pública. Este logro en el tema de la obtención de la igualdad civil dio otro paso importante en el Congreso Constituyente de 1931. A pesar de la oposición de ciertos grupos como el Partido Descentralista del Perú quien se declaró en contra del sufragio femenino o del Partido Aprista que se pronunció a favor de este derecho pero de manera restringida, se aprobó la opción del Partido Unión Revolucionaria. Esta propuesta señalaba que tenían derecho al voto para las elecciones municipales las mujeres peruanas mayores de veinte años, "las casadas o que lo hayan estado y las madres de familia, aun antes de esta edad, cuando sepan leer y escribir".
El debate abrió la puerta para que finalmente, en 1955, el Ejecutivo enviara un proyecto de ley a la Cámara de Diputados y luego de dos amplios debates aprobara en septiembre de ese año la redacción de la Reforma Constitucional que le reconocía el derecho al voto a las mujeres. Sirva este aniversario para recordar a todas aquellas que lucharon por conseguirlo. Que no dejaron atrás sus ideales sino que los convirtieron en una realidad.
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